miércoles, 20 de julio de 2011

Quinto Sertorio, el romano que unificó a los hispanos.

Desde que con motivo de la II Guerra Púnica, Roma llegara a Hispania para quedarse, las diferentes tribus hispanas en su mayoría, se enfrentaron con más o menos fortuna a la maquinaría militar romana. Pero, lo cierto, es que pocas veces hubo grandes alianzas para enfrentarse al enemigo común. A las orgullosas tribus iberas y celtiberas les costaba ponerse de acuerdo y resultaba muy complicado que se eligiera a un líder sobre el resto. Viriato lo consiguió con los lusitanos y algunas tribus de la meseta. En Numancia se juntaron hombres de distintas ciudades para colaborar en su defensa. Pero, sería un general romano, ya en el siglo I a.C, quien fuera capaz de agrupar a más hispanos bajo un mismo estandarte, ese hombre fue el mítico Sertorio.


La historia de Sertorio es la de un hombre hecho a sí mismo. Aunque puede que tuviera algún parentesco con Mario, esto no le valió para su ingreso en el ejército, en el que empezó desde el escalón más bajo. Natural de la localidad sabina de Nursia, nació en el 122 a.C. en el seno de una humilde familia. Pronto destacó en la milicia gracias a sus dotes oratorias y buen hacer militar. Sirviendo bajo Mario, en la guerra contra los teutones consiguió aportar valiosos informes tras infiltrarse en las líneas enemigas como espía debido a que conocía la lengua celta. Por este servicio es ascendido a tribuno. Su siguiente ascenso lo consiguió en Hispania, cuando estando las tropas romanas acampadas en Cástulo, los habitantes de esta y de la vecina Oresia atacaron a los romanos por sorpresa. Sertorio frenó la desbandada de los soldados romanos, reorganizarlos y tomar, con un número bastante menor de efectivos, las dos ciudades, que ya celebraban la victoria y desconcertadas no supieron detener a los romanos. Gracias a esta gesta, Sertorio fue ascendido a cuestor y recibió la mayor condecoración del ejército romano, la corona gramínea, que se otorgaba al ciudadano romano capaz de salvar a todo un ejército. Fue en la siguiente campaña en la que participó, la Guerra Social (91-88 a.C.), donde queda tuerto y alcanza la imagen con la que ha pasado la historia. Pero cuando Sertorio da mayores muestras de su personalidad es tras la ocupación de Roma por los populares comandados por Mario y Cinna. Mientras que las tropas del gran líder Mario, -reclutadas entre gladiadores y libertos principalmente-, se lanzaban al saqueo y asesinato; las de Sertorio, una de las cuatro legiones que entraron en la ciudad eterna, fruto de la disciplina a las que las sometía, se mantuvieron respetuosas con sus rivales e incluso ajusticiaron a algunos libertos de Mario que encontraron sobrepasándose con los optimates. El poderoso Mario, dueño de Roma en ese momento, no le recriminó en nada sus acciones.
Imagen de Sertorio, en el centro, de la revista de
historia militar Desperta Ferro.

Tras la toma del poder por los populares, es enviado a la Hispania Citerior como pretor y pronto empieza a comprender el carácter de los belicosos hispanos. Mientras hay un cambio de poder en Roma, Sila toma la ciudad y los optimates inician su venganza contra los populares. Queda por tanto Sertorio fuera de la ley y aislado en Hispania, adonde Sila envía su propio cónsul en el 83 a.C., Lucio Valerio Flaco, es el inicia de las llamadas Guerras Sertorianas, que durante once años convertirán a Hispania en la esperanza de los populares y en una especie de republica independiente.

Sertorio había fortificado el paso de los Pirineos y tenía allí destacado a su lugarteniente Salinator con 6000 hombres, pero este es asesinado, los silanos entran en Hispania y Sertorio se ve obligado a retroceder hasta la Mauritania en el Norte de África, donde los populares contaban con fuertes apoyos. Sila envía contra él a Pacciano, al cual vence Sertorio, tras lo cual toma Tingis. Reorganizado y reforzado, en el 80 a.C. Sertorio vuelve a Hispania, donde establecerá una alianza con los lusitanos, tras lo cual vencerá al propretor silano.

¿Como consiguió Sertorio hacerse con la confianza de tantos hispanos? Pues bien, en primer lugar se los atrajo reduciendo impuestos, tratándolos con respeto y sobre todo librándolos del tributo de tener que proveer a las tropas romanas acantonadas en su territorio. Pero, con lo que realmente Sertorio llegó al corazón de los hispanos, fue con su inteligencia y su carisma. Supo también jugar con la superstición de la época, y al igual que su líder Mario, aprovechar los designios divinos para ponerlos a su favor. Famosa es su cervatilla blanca, a la cual simulaba escuchar y que le susurraba al oído noticias futuras que Sertorio ya conocía, y que luego veían confirmadas los sorprendidos hispanos.

Sertorio centró su línea de poder en la línea formada por las ciudades de Ilerda, Calagurris y Osca, donde estableció un senado de 300 romanos con el cual quería legitimarse. Porque ese fue uno de los problemas de Sertorio, el tener que justificarse como leal a Roma. Sus enemigos le achacaban que se hubiera unido a unos barbaros y que tuvieran contactos con otros enemigos de la República, como Mitrídates del Ponto. Pero Sertorio siempre dejó claro que el no luchaba contra Roma, si no contra los optimates, de ahí que creara un gobierno romano paralelo en Hispania. En otros tiempos se llegó a presentar a Sertorio como un héroe de la independencia hispana frente a Roma, cosa que él nunca se propuso, pues como vemos solo buscaba legitimidad. Pese a ello, siempre respetó a los hispanos y supo unirlos como nunca antes para luchar contra los silanos, que representaban a la Roma más opresora. En Osca, Sertorio llegó a crear una academia para que los hijos de los líderes hispanos aprendieran la cultura romana y pudieran formar parte en un futuro del senado romano de Hispania, una gran muestra de que Sertorio trató a los hispanos como a unos iguales, y no como había hecho Roma hasta entonces, como simples e incultos bárbaros.

La guerra se acentúa en Hispania cuando en el 79 a.C. Sila envía con dos legiones a Cecilio Metelo. Pero el buen hacer de Sertorio y de su lugarteniente Lucio Hirtuleyo, conducen a los optimates a una derrota tras otra. Sila, harto de la situación envía a Hispania a su mejor general, el ya famoso Pompeyo Magno. Mientras que Pompeyo llega a Hispania, Sertorio recibe los restos del vencido ejército del popular Lépido, que llegan de la mano de Marco Perpenna. Aprovecha Sertorio el invierno del año 77 al 76 a.C. para entrenar a sus tropas y construyendo armamento nuevo. Aprovecha también para atraerse a las tribus celtiberas de la meseta y convoca una reunión de jefes hispanos en Castra Aelia. Sertorio ha conseguido unir a los iberos de levante, a los lusitanos y a los celtiberos, algo impensable hasta ahora. Por el contrario las tribus vasconas, enemigas acérrimas de los celtiberos esperaran a las fuerzas optimates para unirse a ellas.

Otra muestra de la personalidad de Sertorio se da en estas fechas, cuando sus generales, confiados por las victorias de los dos últimos años quieren salir a recibir a Pompeyo a campo abierto. Sertorio hace que le traigan dos caballos y hace llamar a un hombre de gran fortaleza y a otro muy débil. Sertorio les ordena que les arranquen las colas a los caballos. Mientras que el forzudo tira de la cola del animal hasta caer rendido sin éxito, el hombre débil le quita los pelos uno a uno hasta que deja desnuda la cola del caballo. Con esto Sertorio muestra a sus hombres que la mejor estrategia es la paciencia e ir asestando continuos pequeños golpes. En resumen, es la guerra de guerrillas que tan bien se les da a los hispanos.

El invicto y orgulloso Pompeyo llega a Hispania y pronto comprenderá que Sertorio es un rival de su misma altura. Cuando intenta liberar del asedio a Lauro (o Edeta, hoy Liria), -que se había pasado al bando optimate y estaba recibiendo el castigo de Sertorio-, es derrotado por Sertorio en una hábil maniobra por la que Pompeyo pierde a 10000 hombres y a varios oficiales. La lección de Sertorio se completa cuando es indulgente con los habitantes de la ciudad, mientras el humillado general optimate huye tras conocer el sabor de la derrota por primera vez.

Pero, como dice Plutarco en sus Vidas paralelas, aunque Sertorio estaba al nivel de los grandes generales de la historia, le faltó el favor de la diosa Fortuna que el resto si tuvieron. Al año siguiente de la llega de Pompeyo cambian las tornas. El brillante Hirtuleyo es derrotado por Metelo en Itálica y poco después muere en la batalla del río Silingis. Pierde así Sertorio a su mano derecha y mejor general. El resto se destapan como unos auténticos incompetentes que dejan a Sertorio en una posición muy delicada. En Valentia se encuentran las dos facciones en una gran batalla. A última hora Sertorio consigue imponerse en el flanco donde Perpenna estaba siendo superado, pero en el otro flanco se imponen los optimates, por lo que la batalla se salda en tablas. En la misma, Pompeyo estuvo a punto de morir a manos de un ibero de gran tamaño que consiguió herirle. Tras otra batalla indecisa en Arse, Pompeya se retira falto de suministros a territorio vascón, donde establece una alianza con ellos y funda la famosa Pompaelo, hoy Pamplona. Estamos en el año 74 a.C. y la guerra se endurece, pues tanto Sertorio -que usa la táctica de tierra quemada-, como Pompeyo y Metelo - que castigan a las zonas sertorianas-, dejan gran parte de Hispania asolada. Los optimates fracasan en su intento de tomar la indómita Calagurris, pero se hacen con gran parte de las ciudades de la meseta, gracias a pactos mayormente. Es la nueva estrategia optimate, recurrir a la diplomacia. Además, desde Roma se concede la amnistía a todos los populares que abandonen las armas, con lo que muchos generales de Sertorio lo abandonan y este pierde gran parte de su legitimidad, pues basaba su lucha en ir contra la tiranía de los optimates que dominaban Roma, y ahora esta había desaparecido. Será el 73 a.C. un año muy difícil para el gran general, que queda aislado en el Valle del Ebro, haciéndose fuerte en la línea de las tres ciudades, pero viendo como sus aliados de la costa también caían en manos de un ya imparable Pompeyo.
Sertorio con la cervatilla divina. Imagen de
Mary Evans Picture Library.

Con este panorama sombrío llegamos al año 72 a.C., cuando Perpenna organiza un banquete en Osca en honor de Sertorio, en el transcurso del cual es asesinado. De nada le sirvió esto al pusilánime Perpenna, que demostró ser un inútil en la organización de sus fuerzas y no recibió ningún tipo de clemencia por parte de Pompeyo, que acabó con su vida cuando se hizo con Osca. El último bastión de la resistencia sertoriana será Calagurris, donde se recurrió al canibalismo antes de la rendición. Calagurris fue una nueva Numancia y merece un artículo aparte. Famosa se hizo por todo el territorio romano la fames calagurritana.


La historiografía romana fue muy dura con Sertorio tras su muerte. Serán autores posteriores como Plutarco quienes limpien su memoria. El mismísimo Julio Cesar, en sus obras sobre la guerra civil y delas Galios, recibió el apoyo de antiguos generales sertorianos, a los que calificó como muy expertos. Y es que como bien dijo Plutarco, de haber sido más afortunado, quien sabe hasta donde pudiera haber llegado el gran Sertorio, el romano que supo comandar y unir a los hispanos y que fue un elemento muy importante en la romanización de los mismos.

Bibliografía: -Plutarco, Vidas paralelas.

-www.planetasapiens.com

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